
Travesía Cajón del Río Achibueno
La Travesía del Cajón del Rio Achibueno fue planificada con varios meses de Anticipación, nuestra socia Maria Eugenia Llosa (Mae) propuso visitar este lugar a partir de datos que habíamos entregados en nuestro club unos años antes, en ese instante solo contábamos con el dato de unos arrieros del lugar los cuales organizaban cabalgadas y trekking. Mae se contactó con ellos proponiéndoles una fecha y el tipo de actividad que realizaríamos, la cual consistían de caminar con mochilas de media carga (ropa y saco de dormir), con apoyo de arrieros para llevar el equipo de campamento y alimentación. Con esto se empezó a conformo el grupo y se empezó a trabajar para llevar a cabo esta importante actividad de verano.
El sábado 14 de enero llegó y era el momento de empezar nuestra travesía. Algunos partieron temprano de Santiago y aprovecharon para almorzar en el camino o recorrer Linares. Ese día llegamos los 12 a casa de la familia Gangas por cuotas, en 4 autos. Allá conocimos a nuestro guía: Iván Gangas e instalamos nuestro campamento.
La familia Gangas nos estaba esperando con una cena y mucho cariño. David, con quien hicimos el trato y mantuvimos contacto durante varios meses, nos aclaró varias dudas y contó algunos detalles de la aventura que nos esperaba.
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Día 1, Domingo: El Canelo-El Trigal
Luego de desarmar campamento, tomamos desayuno todos juntos e iniciamos nuestra inocente caminata de 13 kilómetros que resultaron ser 22… El sol nos aplastaba con insolencia a todos, democráticamente: a los 12 socios, al guía a caballo y a sus dos animales de carga. Debíamos hacer varias pausas para reunirnos y tomar agua. La caminata por el lecho de los ríos hasta El Trigal, a todo sol era matadora. Menos mal que en algunos cruces pudimos refrescarnos los pies y también bañarnos, cuando llegamos a nuestra pausa larga en “Agua de los ricos”. Un pozón color esmeralda nos invitó a darnos un chapuzón refrescante y reponedor. Pero debíamos seguir hasta nuestro destino que parecía alejarse cada vez más. El hermoso paisaje del camino, los colores del río, el imponente nevado, los gloriosos cerros… nada nos quitaba la confusa sensación de estar caminando demasiado. Llegamos al Trigal alrededor de las 8:30 de la tarde. Sumamente cansados, debimos armar campamento, cenar y dejarnos caer en las colchonetas para recuperarnos.
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Día 2, lunes: Bajo las Lástimas
Y llego el esperado lunes, nuestro objetivo era llegar hasta Bajo Las Lástimas, algo así como la tierra prometida para la familia Gangas. Los generosos árboles frutales de El Trigal nos regalaron dulces tesoros que disfrutamos y también llevamos para el camino. El rato de poco sol nos permitió avanzar con relativa rapidez, pero apenas salió el astro rey parecía que los pies pesaban más, al igual que la mochila de media carga. Nuevamente cruzamos varios ríos, o en realidad los mismos: Rio Achibueno y Las Lástimas, en sus distintos brazos y curvas. Efectivamente, adentrarnos en los bosques de Bajo Las Lástimas era un regalo, más fresco y con bellísimos árboles ancestrales. Llegamos a nuestro lugar de campamento temprano, así que nos instalamos en el lugar que contaba inclusive con living – unos troncos acomodados en semicírculo. Después de un breve descanso y almuerzo, Iván nos tentó con la visita a la laguna Añintunes. Cerquita decía él, se sube por allí, nos mostraba…. Y partimos muy decididos por el primer sendero que resultó muy amigable. Al cabo de casi una hora, con el sol aún en lo alto, descubrimos que no existía más sendero, debiendo adentrarnos por el matorral espinoso a “pierna pelada”, pues muchos andábamos en shorts. Finalmente hay que reconocer que subir hasta allá valió la pena: Una laguna color zafiro, incrustada en las rocas de la montaña, nos ofrecía sus aguas generosas.
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Día 3, martes: Laguna Achibueno.
Como no estaba permitido el acceso hasta esta laguna con los caballos, optamos por dejar el campamento armado y partir con mochila por el día. Fue una sabia decisión, pues, a poco andar nos deparamos con la famosa subida de “Las Lástimas”. Y fue una lástima que ya hubiese sol porque el roquerio imponente resultaba un infierno con sol. Varias horas demoramos en subirlo y luego rodearlo, hasta llegar al primer bracito de agua. Sorprendentes parajes pasamos en el sector del valle, y a medida que íbamos subiendo hacia la laguna, asomaban las orgullosas montañas. Alcanzamos la laguna ya algo desesperados por darnos un chapuzón. Era imponente, con aguas frescas y un entorno con algunas rocas/silla/cama/sillón, aunque ningún árbol que nos regale sombra. Los astutos nos pusimos bloqueador de forma generosa, otros lo omitieron y se transformaron en camarones humanos. Al regreso, aprovechando que el campamento ya estaba listo esperándonos, pudimos disfrutar de ratos de convivencia en nuestro “living” y deleitarnos con las historias de nuestro guía Iván.
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Día 4, miércoles. Laguna Las Quiriquinas.
El trayecto hacia esta laguna comparte parte por el camino a Achibueno. Así que, aunque si podíamos ir con los caballos, preferimos no hacerlo porque ya habíamos conocido parte del valle incandescente e Iván nos había mostrado la víspera, hacia donde había que seguir para esa tercera laguna. En el campamento quedaron dos camarones humanos y una socia que tuvo la suerte de recibir tratamiento de podología en el bosque y debía cuidar el pie. Debo destacar que ya estábamos más experimentados y partimos muy temprano, habiendo dejado todo listo desde la noche. Salimos con una hermosa sombra que nos alivianaba la subida. Avanzamos muy cómodos hasta que nos pilló el sol pasado el primer curso de agua. Este trayecto ofrecía algunas sorpresas, como las casas de los arrieros, de rocas naturales, implementadas con piedras que formaban 3 casitas de emergencia. La Laguna Las Quiriquinas era algo esquiva, Iván no encontraba el sendero y nos adentramos en los matorrales nuevamente, pero con pantalones largos. Y la laguna también nos sorprendió por su encanto y por sus invitadoras aguas. Tenía una orilla muy breve, pero con agua más amigable, en cambio, su hermoso color se debía a que se perdía el piso inmediatamente, permitiendo piqueros de todos los estilos, además contaba con una isla casi al medio. Nuestro mayor logro fue tentar a Iván para se bañe, siendo que él juraba que jamás se metería a una laguna.
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Día 5, jueves: Fiesta de San Sebastián
Como habíamos decidido no acampar arriba, nos encontramos ociosos luego de despertar muy relajadamente ese día. El grupo estaba más que a gusto en nuestro rincón del bosque, cuando ya empezaron a verse asomar a los primeros arrieros que venían a esperar la fiesta de “San Sebastián”. San Sebastián es el patrono de los arrieros. A nosotros nos invitaron a la fiesta, y como somos poco prendidos, dijimos que sí sin saber de qué se trataba. Resulta que esta “manda” la instauró el abuelo Gangas. Como agradecimiento por el buen año. Él dona un animal que llega caminando a Las Lástimas y lastimeramente, allá lo sacrifican el día 19. Tampoco sabíamos que se invitaba a cientos de personas que iban a pagar mandas, ni que un tío Gangas donó 300 kg de carne para el famoso asadito. Y el día 20, subirán Las Lástimas hasta llegar donde hay un San Sebastián. Durante el día fue llegando el resto de la familia Gangas: el abuelo, el padre, los otros 3 hijos y la matriarca, doña Yolanda. Nos sentíamos en el lejano oeste al ver llegar a los invitados, precedidos por la nube de polvo, al trotecillo veloz. Muy amigables compartían la montura con nosotros, para la foto, el sombrero para la pinta y el vaso para el espíritu. Hasta alrededor de la medianoche nomás estuvimos, disfrutando de las conversaciones de la gente, sus historias, los anticuchos gigantes de más de 2 metros, el fuego chispeante. Cerramos la noche con un par de anécdotas por el intento de cruzar el riachuelo a oscuras y con algunos ponches a cuestas…
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Día 6 viernes. Agua de los ricos
Partimos muy temprano, alrededor de las 7:30. Le dejamos una radio a Iván quien había festejado en la noche hasta las últimas consecuencias y debía aún cargar los caballos y tomar desayuno. Nos indicó que avanzáramos por la ladera de en frente que era menos pesada que la ruta de ida, que nos alcanzaría en máximo dos horas. Buscando huella avanzamos hasta casi las cuatro de la tarde y ni sombra de Iván, ni contestaba la radio tampoco. Encontramos un lugar para cruzar, el que nos pareció más adecuado. A punto de cruzar Iván dio señales de vida. Resultó que su caballo, enfermo, se había soltado y partido a alguna parte con otros más. Pensando que iba a morir, salieron a buscarlo y a eso se debió su desaparición por largas horas. Una hora después llegamos juntos a “Agua de los ricos”, lugar que ya conocíamos y donde pudimos bañarnos con más tranquilidad.
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Día 7 sábado. Regreso a El Canelo
Era el último, el trayecto lo iniciamos solos hasta que Iván nos alcanzó luego de hora y media. Nos acompañó hasta un punto donde el camino ya era recto y se adelantó a preparar nuestro corderito. Prepararlo incluía sacrificarlo también, los cual nos dio penita. Pero la pena se disolvió con los kilómetros de sed y hambre que nos separaban de Los Canelos, casa de la familia Gangas. Ya más relajados, no importaba tanto el sol ni la tierra, ni la suma de los kilómetros de los 7 días, alrededor de 100. Realizamos una pausa en un local de campo que ofrecía bebidas heladas, fue como encontrar un oasis. Después de ese “arito” nos dirigimos cual sabuesos hacia el almuerzo. Carolina, cuñada de nuestro guía, nos había preparado un sinfín de ensaladas sabrosas y originales, con productos de su huerto. Compartimos ese asadito preparado con cariño y dimos por terminada la travesía. La mayoría partió el domingo rumbo a Santiago.
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